El mundo perdió a Rose Girone, la que se cree que era la sobreviviente del Holocausto más anciana conocida, a la edad de 113 años. Su historia, marcada por la persecución y la resistencia, es un testimonio vivo de la brutalidad del Holocausto y de la capacidad humana para sobreponerse a la adversidad.
Nacida en Polonia, Girone vivió los horrores de la Segunda Guerra Mundial desde sus primeros años de adultez. En 1939, cuando el régimen nazi iniciaba su devastadora campaña de exterminio, su esposo fue arrestado y enviado al campo de concentración de Buchenwald. Sin embargo, un giro del destino le permitió reunirse con él y su hija pequeña gracias a un visado que les concedió refugio en Shanghai. Esta ciudad china se convirtió en uno de los últimos refugios abiertos del mundo, acogiendo a casi 20.000 judíos que huían de la persecución.
Tras la guerra, la familia emigró a Estados Unidos en 1947, donde Girone se estableció en Queens, Nueva York. Allí regentó una tienda de tejidos, un oficio que no solo ayudó a su familia a sobrevivir durante los años más difíciles, sino que también se convirtió en su modo de vida hasta avanzada edad. Incluso después de haber superado el siglo de vida, continuó con su negocio hasta hace aproximadamente una década. En sus últimos años, residió en un hogar de ancianos en Long Island, donde seguía siendo una fuente de inspiración para quienes la rodeaban. Según sus propias palabras, su longevidad se debió a vivir con propósito, a su amor por su hija y a un hábito inquebrantable: comer chocolate negro.
La historia de Rose Girone se inscribe en el contexto de uno de los episodios más oscuros de la humanidad: el Holocausto. Entre 1941 y 1945, el régimen nazi y sus colaboradores asesinaron sistemáticamente a seis millones de judíos, además de millones de otras víctimas, incluidos prisioneros de guerra soviéticos, personas con discapacidad, testigos de Jehová, homosexuales y opositores políticos. Los campos de concentración y exterminio, como Auschwitz, Treblinka y Sobibor, se convirtieron en escenarios de sufrimiento inenarrable.
Shanghai, donde Girone encontró refugio, fue uno de los pocos lugares que brindaron asilo a quienes huían del genocidio. Aunque la mayoría de los países cerraron sus fronteras a los refugiados judíos, esta ciudad china recibió a miles de ellos sin necesidad de visado, ofreciendo una oportunidad de supervivencia que, para muchos, representó la diferencia entre la vida y la muerte.
Rose Girone no solo sobrevivió al Holocausto, sino que construyó una vida de fortaleza y propósito. Su legado es un recordatorio de la importancia de la memoria histórica y de la lucha contra la intolerancia y el odio. Su historia nos enseña que, incluso en los momentos más oscuros, la resistencia y la humanidad pueden prevalecer.