La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) se ha caracterizado durante décadas por su enorme presupuesto y, en muchas ocasiones, por la falta de resultados concretos que justifiquen sus millonarias inversiones. Sin embargo, lo que recientemente ha salido a la luz sobre el trato a sus exempleados y la manera en que está gestionando su cierre de operaciones en el edificio Ronald Reagan de Washington D.C. es una muestra más de su falta de planificación y despilfarro sistemático.
En un comunicado enviado a sus extrabajadores, USAID les ha dado un plazo de 15 minutos para recoger sus pertenencias personales en un horario estricto los días 27 y 28 de febrero de 2025. Los exempleados, escoltados a sus antiguos espacios de trabajo, solo podrán llevarse objetos personales, quedando prohibida la retirada de cualquier documento o material que haya pertenecido al gobierno de EE.UU. Para añadir más dificultades, la agencia no proporcionará ni cajas, ni bolsas, ni siquiera cinta adhesiva para facilitar la tarea de empaquetado, obligando a los afectados a costear estos materiales de su propio bolsillo.
El desorden en la gestión de este proceso deja en evidencia no solo una falta de consideración hacia quienes han trabajado para la agencia, sino también una burocracia absurda que refleja la esencia misma del despilfarro gubernamental. A lo largo de los años, USAID ha gastado miles de millones de dólares en proyectos de ayuda internacional con impactos cuestionables, mientras que a nivel interno demuestra una administración ineficiente y desorganizada. ¿Cómo puede una agencia que maneja presupuestos colosales no ser capaz de organizar de manera digna la salida de sus trabajadores?
Pero la humillación no termina ahí. Los empleados que se encuentren en licencia forzosa deben devolver sus dispositivos electrónicos antes de salir, mientras que aquellos que ya fueron despedidos deben entregar sus credenciales, fichas clasificadas y pasaportes diplomáticos en mesas designadas. Además, antes de abandonar el edificio, se les obliga a firmar un recibo que exime a todas las agencias de cualquier responsabilidad por objetos personales dejados atrás.
Si alguien no puede acudir en la fecha estipulada, sus pertenencias serán empacadas por la Administración de Servicios Generales (GSA) y enviadas a un almacén, sin garantía de que no se pierdan o dañen. Y por supuesto, cualquier gasto relacionado con la recolección de estos artículos corre por cuenta del exempleado. ¿Este es el trato que merecen quienes han dedicado años de su vida a trabajar para USAID?
Este episodio es un reflejo de la cultura de despilfarro y desprecio que ha caracterizado a la agencia. Mientras que su presupuesto sigue inflándose con dinero de los contribuyentes estadounidenses, sus empleados son tratados con indiferencia y desdén. USAID no solo ha fracasado en su misión de desarrollo internacional en muchas regiones, sino que también demuestra una preocupante incapacidad para gestionar su propia estructura administrativa. Es hora de cuestionar seriamente el papel de esta agencia y exigir mayor transparencia y eficiencia en el uso de los recursos públicos.