En un giro contundente y cargado de implicaciones geopolíticas, el secretario de Estado Marco Rubio confirmó este lunes que las operaciones de Chevron en Venezuela cesarán de forma definitiva el próximo martes 27 de mayo, desmintiendo así versiones que apuntaban a una posible renovación de la Licencia General 41B. Esta decisión marca el primer pronunciamiento oficial de la administración del presidente Donald Trump sobre el tema, y reafirma su política de “tolerancia cero” hacia el régimen de Nicolás Maduro.
“La licencia petrolera pro-Maduro Biden en #Venezuela vencerá según lo programado el próximo martes 27 de mayo”, escribió Rubio en su cuenta oficial en X, en una clara alusión a la decisión previa del gobierno de Joe Biden de otorgar concesiones temporales a Chevron en medio de negociaciones con Caracas. El mensaje de Rubio no solo desmiente las filtraciones de una supuesta renovación, sino que también reinstala la doctrina “America First” como criterio rector de la política exterior estadounidense en el hemisferio.
Chevron es actualmente el principal operador petrolero extranjero en Venezuela, con una producción que supera los 200,000 barriles diarios, es decir, cerca del 25% del total nacional. Su salida, de concretarse, afectará significativamente el flujo de divisas del régimen chavista, que depende de estos ingresos para sostener una economía en ruinas y financiar sus redes clientelares. También representaría un duro golpe para los intermediarios económicos que, desde Occidente, han respaldado una apertura gradual con fines comerciales.
La confirmación de Rubio ocurre días después de la liberación de un exmilitar estadounidense que había sido secuestrado por el régimen desde 2024, un gesto que algunos interpretaron como una señal de distensión en los contactos entre Caracas y Washington. Sin embargo, la negativa a extender la licencia petrolera envía un mensaje claro de ruptura con cualquier intento de normalización bajo condiciones impuestas por la dictadura.
Expertos en política energética habían anticipado que una eventual renovación de la licencia sería interpretada como una señal de continuidad en las conversaciones entre ambos países. Sin embargo, la administración Trump ha optado por cerrar filas, alineándose con sectores del exilio venezolano y con los principios que rechazan cualquier forma de legitimación del chavismo.
En ese sentido, el analista Esteban Gerbasi arremetió contra las declaraciones del exembajador Richard Grenell, quien recientemente había sugerido en una entrevista con Steve Bannon que mantener a Chevron operando en Venezuela podría ser estratégico para contrarrestar la influencia china. Gerbasi calificó esas afirmaciones como “engañosas y erróneas”, y sostuvo que cualquier concesión al régimen chavista contradice los principios de soberanía, libertad y seguridad energética del Hemisferio Occidental.
“La narrativa de que Venezuela es clave para competir con China en el mercado petrolero es una ilusión”, sentenció. “Los barriles venezolanos están fuertemente devaluados, el país produce cifras insignificantes en comparación con los grandes actores globales, y su único capital es el chantaje geopolítico”.
El rechazo a renovar la licencia también tiene un fuerte componente moral y político. Según Gerbasi, seguir operando en Venezuela sin un cambio político real solo alimenta la capacidad de Maduro de reprimir, de burlar las sanciones internacionales y de mantener alianzas con enemigos estratégicos de Estados Unidos como Irán, Rusia y China. “¿Está dispuesto Trump a operar bajo los términos de una narco-dictadura?”, preguntó en un mensaje directo a la administración.
Con el 27 de mayo como fecha límite, los próximos días serán clave para evaluar el impacto de esta decisión. Para sectores democráticos venezolanos, la no renovación es una victoria moral. Para el chavismo, representa una pérdida crítica de recursos y legitimidad. Para Estados Unidos, reafirma el compromiso de que los intereses estratégicos y los principios democráticos no se negocian con regímenes autoritarios.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención el desenlace de este pulso político que trasciende lo energético. En el corazón del debate no solo está el petróleo, sino el futuro de la política exterior de EE. UU. en América Latina. Una política que, según Rubio y los sectores duros del trumpismo, debe rechazar la diplomacia de concesiones y recuperar la coherencia estratégica frente a dictaduras que han demostrado, una y otra vez, que no negocian de buena fe.