George Soros, un conocido financiador del Partido Demócrata, utilizó estas donaciones para impulsar su agenda globalista.
Durante años, los contribuyentes estadounidenses fueron víctimas de un desfalco institucionalizado bajo administraciones demócratas, con recursos destinados a promover agendas que atentan contra los intereses del país. Un informe reciente reveló que USAID, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, otorgó más de 270 millones de dólares a organizaciones vinculadas con Open Society Foundations, el entramado de ONG fundado por el magnate progresista George Soros.
Este escándalo apenas comienza a salir a la luz. Los documentos muestran que estos fondos no solo sirvieron para financiar movimientos de izquierda en diversas partes del mundo, sino que también se utilizaron para influir en procesos políticos y desestabilizar gobiernos en países como India, Bangladesh y varias naciones europeas.
George Soros, un conocido financiador del Partido Demócrata, utilizó estas donaciones para impulsar su agenda globalista. En la última campaña presidencial, se evidenció la conexión entre la Open Society y los líderes demócratas. Fotografías de Kamala Harris y Tim Waltz junto a Alexander Soros, hijo del magnate, circularon por redes sociales, evidenciando la cercanía entre el Partido Demócrata y estos financiadores externos.
No es casualidad que, antes de dejar la Casa Blanca, el presidente Joe Biden condecorara a George Soros con la Medalla Presidencial de la Libertad, un reconocimiento que también se otorgó a la exsecretaria de Estado Hillary Clinton. Alexander Soros fue quien recibió el galardón en nombre de su padre, reforzando la idea de un alineamiento ideológico y financiero entre el Partido Demócrata y Open Society Foundations.
El informe también destaca que una de las entidades beneficiadas con estos fondos es el East-West Management Institute, una ONG directamente vinculada a la Open Society. Esta organización ha sido una de las principales receptoras de los millones canalizados por USAID, lo que refuerza las sospechas de un desfalco planificado con fines políticos.
El escándalo provocó una respuesta inmediata por parte de la administración de Donald Trump. El pasado 3 de febrero, las oficinas de USAID en Washington fueron cerradas y sus actividades suspendidas. Elon Musk, quien ahora lidera el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), anunció que el presidente Trump ha decidido reestructurar completamente esta agencia y congelar su presupuesto de 40.000 millones de dólares hasta que se realice una auditoría exhaustiva.
USAID, creada en 1963, cuenta con un presupuesto anual de 50.000 millones de dólares y cerca de 10.000 empleados. Sin embargo, su gestión ha sido puesta en duda repetidamente por su financiamiento de movimientos que promueven la ideología socialista y el denominado “marxismo cultural”. Un reporte de Diario Las Américas, firmado por el periodista Leonardo Morales, sostiene que USAID ha financiado iniciativas destinadas a socavar gobiernos conservadores y fomentar corrientes ideológicas alineadas con la izquierda radical.
El presidente Trump, a través de una publicación en X (antes Twitter), denunció que “George Soros recibió $260,000,000.00 de USAID y usó este dinero para sembrar el caos, cambiar gobiernos y obtener ganancias personales en Sri Lanka, Bangladesh, Ucrania, Siria, Irán, Pakistán, India, Reino Unido y Estados Unidos”. Sus declaraciones han avivado el debate sobre la transparencia en el uso de fondos públicos.
En India, el gobernante Partido Bharatiya Janata (BJP) ha denunciado repetidamente a Soros por su intervención en la política interna del país. Según el BJP, Soros ha financiado movimientos de oposición con el fin de socavar el liderazgo de Narendra Modi y fomentar un cambio de gobierno en beneficio de su agenda progresista.
El escándalo no se limita a India. En países como Albania, Armenia, Camboya, Georgia, Kirguistán y Uganda, USAID ha canalizado fondos a entidades vinculadas a Open Society Foundations durante décadas. El objetivo ha sido claro: influir en políticas nacionales, impulsar cambios de gobierno y promover una agenda globalista en detrimento de los intereses soberanos de estas naciones.
El despilfarro demócrata no solo afecta la economía estadounidense, sino que también pone en peligro la estabilidad de países que han sido blanco de estas intervenciones. La decisión de Trump de congelar el presupuesto de USAID ha sido celebrada por sectores conservadores que buscan mayor transparencia y rendición de cuentas en el uso de fondos públicos.
El fin de estas prácticas nefastas está cada vez más cerca. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, se ha priorizado la eliminación de derroches financieros injustificados y la protección de los intereses nacionales. Este escándalo es solo la punta del iceberg de un problema sistémico que ha sido ignorado por demasiado tiempo.