Con una votación ajustada de 215 a 214, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó en la madrugada del jueves el megaproyecto legislativo impulsado por el presidente Donald Trump, bautizado con su característico estilo como “One Big, Beautiful Bill”. La iniciativa, que aglutina varios componentes económicos y de seguridad nacional en una sola pieza legislativa, representa una victoria estratégica para la Casa Blanca, aunque su futuro en el Senado promete ser más turbulento.
El arquitecto político de la maniobra en la Cámara Baja fue el presidente Mike Johnson, quien logró articular los votos necesarios a pesar de la férrea oposición demócrata y las dudas de algunos conservadores fiscales. El proyecto ahora se dirige al Senado, donde los republicanos tienen una ligera mayoría de 53-47, lo que significa que Trump solo puede permitirse un máximo de tres deserciones en su propio partido para evitar el naufragio legislativo.
Entre los principales retos que enfrenta el proyecto se encuentra la presión para desmembrar la propuesta en partes más específicas, una demanda impulsada por senadores como Ron Johnson (R-WI), quien ha sido uno de los críticos más vocales de la legislación. En un artículo publicado recientemente en The Wall Street Journal, Johnson arremetió contra el “nivel descontrolado de gasto” que contiene la propuesta, asegurando que no aborda adecuadamente el problema estructural del déficit fiscal.
“No podemos seguir fingiendo que tenemos recursos infinitos”, dijo Johnson en declaraciones posteriores a la aprobación en la Cámara. “Sé que todos quieren ir a Disney World, pero simplemente no podemos pagarlo”. Su postura representa a un bloque fiscalmente conservador dentro del Partido Republicano que teme que, de avanzar sin cambios, el paquete legislativo socave la credibilidad presupuestaria del GOP.
El senador Rand Paul (R-KY) se sumó al coro de advertencias, especialmente preocupado por el impacto que tendría un eventual aumento del techo de la deuda. “Si vamos a elevar el techo en cuatro o cinco billones de dólares, eso nos dice que el proyecto no resolverá nada. Una vez que los republicanos voten esto, serán los dueños del déficit”, sentenció Paul, conocido por su firme defensa del equilibrio fiscal.
Mientras tanto, el líder de la mayoría en el Senado, John Thune (R-SD), intenta mantener un tono conciliador. Tras conversaciones con el presidente Trump, aseguró que hay voluntad desde el Ejecutivo para trabajar conjuntamente en posibles enmiendas. “El presidente quiere resultados, y nosotros también. Estamos comprometidos con mejorar el texto donde sea necesario”, declaró Thune.
El senador John Barrasso (R-WY), como “látigo” de la mayoría, tiene la difícil tarea de asegurar los votos necesarios para aprobar el proyecto sin fracturar la unidad republicana. Su papel se torna aún más decisivo ante la resistencia de figuras como Johnson y Paul, quienes ya dejaron claro que no cederán ante presiones de la Casa Blanca. “No pueden presionarme de esa manera”, afirmó Johnson, quien se siente políticamente blindado tras su reelección en 2022.
A pesar de las tensiones internas, el GOP enfrenta una oportunidad histórica para concretar una legislación integral que defina el rumbo económico del segundo mandato de Trump. Sin embargo, ese mismo alcance puede convertirse en su talón de Aquiles si no se logra equilibrar la ambición del proyecto con la ortodoxia presupuestaria que varios republicanos aún consideran esencial.
En este contexto, la estrategia será determinante. Trump, con su estilo directo y presión pública, buscará mantener el impulso político, mientras que figuras del establishment como Thune y Barrasso tratarán de traducir la visión presidencial en un texto viable dentro de las reglas del Senado. Todo esto, con la sombra del déficit fiscal y el techo de la deuda como telón de fondo.
El camino hacia la consolidación del “One Big, Beautiful Bill” está lleno de obstáculos técnicos, pero también ideológicos. La capacidad del Partido Republicano para cerrar filas —o al menos gestionar sus diferencias sin erosionar su mayoría— será la prueba decisiva de su cohesión interna en esta nueva etapa del gobierno Trump. Lo que está en juego no es solo una ley, sino la narrativa de liderazgo conservador en un momento clave para el país.