En medio de una creciente crisis económica, social y política en Cuba, Raúl Castro, el dictador y exlíder máximo del régimen comunista, ha intensificado sus apariciones públicas, intentando proyectar una imagen de unidad y estabilidad en un gobierno que se tambalea bajo el creciente descontento popular. Su presencia en la tradicional Marcha de las Antorchas, un evento anual que conmemora el natalicio del Héroe Nacional José Martí, no pasó desapercibida, especialmente en un contexto donde el gobernante actual, Miguel Díaz-Canel, enfrenta una grave pérdida de legitimidad.
Un Régimen en Declive y la Necesidad de un Líder Histórico
La participación de Castro en la marcha, junto a otros líderes envejecidos como Ramiro Valdés y José Ramón Machado Ventura, pareció más un intento desesperado de apuntalar la imagen deteriorada de Díaz-Canel que una genuina celebración patriótica. Durante años, la dictadura cubana ha dependido de símbolos históricos y figuras del pasado para mantener un control férreo sobre la población, pero esta estrategia parece estar perdiendo efectividad.
La marcha, que en épocas anteriores reunía a una multitud significativa de jóvenes, ahora mostró una participación limitada. En un país donde la escasez de alimentos, los apagones constantes, la represión política y el aumento de la pobreza extrema han generado un éxodo masivo, especialmente de jóvenes en edad laboral, la aparición de Raúl Castro subraya la fragilidad de un régimen incapaz de renovarse.
Para muchos cubanos, la reaparición de Castro no es un signo de fortaleza, sino una muestra de la incapacidad del actual liderazgo de Díaz-Canel para sostenerse sin el apoyo de los históricos. El dictador retirado ha asumido un papel más visible en los últimos meses, incrementando su protagonismo en actos oficiales y eventos militares en un intento de reforzar la percepción de continuidad del régimen.
Gestos de Control y Militarismo
Uno de los momentos más simbólicos de esta estrategia ocurrió el pasado diciembre, cuando Castro sorprendió en el Parlamento al ordenar a los legisladores ponerse de pie y alzar el puño en un gesto de unidad. Este acto, que muchos consideraron desconcertante, buscaba proyectar fuerza frente a los graves problemas que enfrenta el país.
En el ámbito militar, Castro supervisó el Ejercicio Estratégico Bastión 2024, un evento diseñado para reforzar la “invulnerabilidad” del país, acompañado de Díaz-Canel y otros líderes del gobierno. Su presencia en estas maniobras subraya su rol como figura clave en la esfera militar, un recordatorio del control que aún ejerce sobre los pilares fundamentales del régimen.
Una Estrategia de Propaganda Desgastada
Además de sus apariciones en actos políticos y militares, Raúl Castro ha intentado mostrarse cercano a la población mediante visitas a instituciones sociales, como una escuela especial en diciembre de 2024, y al entregar reconocimientos oficiales a figuras destacadas. Estas acciones, diseñadas para reforzar la percepción de continuidad y liderazgo, parecen cada vez menos efectivas frente al creciente descontento de los cubanos.
La estrategia del régimen de utilizar a Castro como símbolo de estabilidad se enfrenta a un público más crítico, que ve en sus apariciones una desesperada maniobra propagandística en un momento de fragilidad institucional. La realidad es que, a pesar de los intentos de Castro y otros líderes del régimen, las demandas sociales y las protestas esporádicas continúan reflejando el descontento popular.
El Desafío de Díaz-Canel y la Sombra de Raúl Castro
La falta de carisma y liderazgo de Díaz-Canel ha exacerbado la crisis de legitimidad del gobierno cubano. Su incapacidad para conectar con la población ha obligado al régimen a recurrir constantemente a Raúl Castro, cuyo liderazgo histórico, aunque desgastado, sigue siendo el único pilar visible de la dictadura.
Sin embargo, para muchos cubanos, la presencia de Castro no es más que un recordatorio del inmovilismo político que ha caracterizado al régimen durante décadas. Su insistencia en aparecer como figura central en momentos críticos demuestra la falta de confianza en Díaz-Canel y la ausencia de una visión renovada para el país.
Un Régimen en el Ocaso
En un contexto donde la economía está colapsando, el éxodo masivo de jóvenes ha debilitado la fuerza laboral y las protestas sociales desafían al régimen, las apariciones públicas de Raúl Castro representan una apuesta desesperada por mantener el control. Su rol como dictador sigue siendo fundamental para sostener una estructura de poder que, sin embargo, muestra grietas cada vez más profundas.
Raúl Castro, a sus 93 años, no es el líder del futuro ni el salvador del régimen, sino un símbolo del pasado que intenta perpetuar un sistema en decadencia. Su protagonismo en medio de la crisis refleja no solo la debilidad de Díaz-Canel, sino también la incapacidad del régimen para responder a las demandas de una población cansada de décadas de represión y privaciones.
Nada que vivimos en la era de los dinosaurios.