En un acto que bien podría calificar como una muestra de cinismo político, el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, apareció sosteniendo una cerveza Corona en una mano y un aguacate en la otra, dramatizando su preocupación por la política de aranceles de Donald Trump. “Va a afectar a la cerveza, ¿de acuerdo? La mayor parte (…) viene de México. Va a afectar su guacamole, porque ¿de qué está hecho el guacamole? Aguacates, ambos de México”, exclamaba Schumer con teatralidad digna o de un Oscar o de un premio frambuesa.
Pero la escena resultó aún más grotesca cuando recordamos que durante cuatro años, bajo la administración Biden, el senador y sus colegas guardaron un sepulcral silencio mientras los estadounidenses luchaban contra una inflación rampante que alcanzó índices históricos. Ahora, con Trump apenas instalado en la Casa Blanca por unas pocas semanas, los demócratas han decidido que la economía es un problema urgente.
Schumer no es el único. Gavin Newsom, gobernador de California, utilizó el precio de los huevos como tema en el lanzamiento de su podcast, preguntándose en un tono preocupado: “¿Qué está pasando con el precio de los huevos?”. Por su parte, Hakeem Jeffries, líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, se sumó a la narrativa alarmista, tuiteando: “Esperen. Se suponía que el precio de los huevos y el costo de vida iban a bajar no a subir”.
Resulta curioso que estos mismos políticos, que hoy intentan culpar a Trump, no parecían especialmente preocupados cuando los precios se dispararon bajo el gobierno de Biden. Según datos oficiales, durante su administración, los precios de los alimentos aumentaron un 22 %, la energía subió un 40 %, la gasolina un 48,7 % y los alquileres un 21,5 %. La misma docena de huevos que hoy les inquieta pasó de $1.60 en febrero de 2021 a $4.10 en diciembre de 2024. Pero en aquel momento, los demócratas miraban hacia otro lado.
El pueblo estadounidense habló en las urnas: quería un cambio de rumbo económico. A pesar de las críticas de ciertos economistas sobre la política arancelaria de Trump, su estrategia es clara: recortes de impuestos, reducción del gasto estatal, desregulación y fomento de la producción energética. En contraste, la ex candidata Kamala Harris había propuesto medidas de control de precios y una expansión de la intervención estatal en la economía, una receta que ya había demostrado su ineficacia durante el gobierno de Biden.
Los demócratas, lejos de reconocer su responsabilidad en la crisis inflacionaria, ahora intentan endosarle a Trump los problemas que ellos mismos crearon. Pero el pueblo no olvida. Mientras Schumer dramatiza con aguacates y cervezas, los estadounidenses recuerdan quiénes fueron los responsables del desastre económico que aún se está tratando de corregir.